El hormigón posee una elevada resistencia al fuego, en comparación con otros materiales, porque es un material de construcción con una baja conductividad térmica (entre 1,3 y 3,1 kCal/mh°C).
Su estructura mineralógica abundante en silicatos y aluminatos de calcio y su porosidad ayudan a elevar su resistencia al fuego.
No obstante, el hormigón no es completamente inmune al fuego, puesto que la exposición a temperaturas elevadas por tiempo prolongado puede debilitarlo.
Si el hormigón se enfrenta a temperaturas superiores a 300°C sus propiedades resistentes comienzan a disminuir.
Si la temperatura continua ascendiendo y llega o supera los 600°C, el hormigón queda completamente debilitado.
No obstante, en caso de incendio estas temperaturas no se alcanzan en todo el volumen del elemento de hormigón, ya que gracias a su capacidad aislante el calor permanece en las capas superficiales.
Por otro lado, el hormigón al estar expuesto a elevadas temperaturas presenta problemas de dilatación. Esto ocurre a temperaturas superiores a los 200°C.
Estas altas temperaturas dan lugar a la expansión del hormigón y la formación de lajas y escamas en la superficies, que ocurre debido a los contrastes en la distribución de los esfuerzos entre las diferentes capas interiores y las capas exteriores que si las sufren (las altas temperaturas).
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