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Rampas en parkings: normativa, pendientes y criterios que se aplican en España

Las rampas son un elemento decisivo en el diseño de un aparcamiento. Determinan cómo acceden los vehículos, la comodidad de circulación y el cumplimiento de la normativa urbanística. Aunque no existe una única referencia válida para todo el país, la mayoría de municipios españoles comparten criterios muy similares para regular la pendiente, la anchura, la geometría y las condiciones constructivas de las rampas.

Pendiente máxima de las rampas

La pendiente es el parámetro que más influye en la funcionalidad de una rampa. En la mayor parte de planes urbanísticos municipales se establecen dos límites: uno para rampas rectas y otro para rampas curvas.
En rampas de trazado recto se admite normalmente una inclinación de hasta el 18 %, un valor que permite un acceso relativamente rápido pero que sigue siendo manejable para la mayoría de vehículos. Cuando la rampa incorpora una curva, este límite se reduce al 16 %, ya que un giro combinado con demasiada inclinación comprometería la maniobrabilidad del coche y aumentaría la probabilidad de pérdida de control.

Además de estos valores, muchas ordenanzas incorporan una pendiente reducida en el tramo de encuentro con la vía pública o con la planta del garaje. Este tramo de transición suele situarse en torno al 5 % y tiene una función muy clara: facilitar el acceso sin que el chasis o los bajos del vehículo rocen la superficie y garantizar una entrada y salida mucho más cómoda.

Dimensiones y geometría

El diseño geométrico de la rampa influye tanto como la pendiente. Las normativas suelen exigir que las rampas de un solo sentido tengan una anchura aproximada de tres metros, suficiente para un vehículo estándar. Cuando el acceso es de doble sentido, la anchura aumenta de forma notable para permitir el cruce sin maniobras incómodas, situándose habitualmente entre 4,5 y 5 metros en función del municipio.

En las rampas curvas, la geometría se vuelve aún más importante. El radio de giro debe ser lo bastante amplio para permitir al conductor una trayectoria natural, sin correcciones bruscas ni invasión del carril contrario. También se tiene en cuenta la visibilidad: una rampa con poca iluminación o con curvas cerradas obliga a prever amplios márgenes de seguridad.
La altura libre suele situarse entre dos y algo más de dos metros. Aunque estos valores varían según el tipo de aparcamiento, la mayoría de normativas coinciden en que debe señalizarse claramente cuando el gálibo es reducido.

Variaciones entre comunidades autónomas y municipios

Los valores mencionados no son universales porque la regulación de las rampas depende del planeamiento urbanístico local. Cada municipio fija sus propios límites a través del PGOU o de ordenanzas específicas y puede establecer criterios más estrictos o más flexibles.
Por ejemplo, hay municipios que mantienen el límite del 18 % en recto, pero otros lo reducen ligeramente. Algunos distinguen entre rampas interiores y exteriores según la longitud total, y otros introducen exigencias adicionales cuando la rampa coincide con un recorrido de evacuación o tiene uso compartido con peatones.

Rampa En Aparcamiento

Lo que sí se mantiene de manera relativamente constante es la estructura general de la normativa: una combinación de pendiente máxima, limitaciones específicas en rampas curvas, dimensiones mínimas y requisitos de seguridad. Por eso, aunque los valores del 18 % y del 16 % sirven como referencia común, siempre es recomendable consultar la normativa exacta del municipio donde se ejecutará la obra.

Materiales y acabado de la superficie

Aunque las ordenanzas suelen centrarse en la geometría, también establecen que las rampas deben construirse con materiales resistentes y estables. En la mayoría de casos se opta por hormigón o mortero, ya que ofrecen solidez, durabilidad y buen comportamiento frente a las cargas concentradas y las frenadas habituales en estos accesos.

El acabado juega un papel fundamental, especialmente en rampas exteriores o en aquellas con pendientes elevadas. Las normativas suelen exigir que la superficie proporcione suficiente agarre para garantizar que el vehículo mantiene tracción incluso en condiciones de humedad. Por este motivo, es habitual utilizar texturizados, ranurados o tratamientos superficiales que aseguren una conducción segura.
La gestión del agua también influye: una rampa mal drenada puede acumular charcos en su parte baja y comprometer tanto la seguridad como el estado del pavimento. Por eso se presta atención a la dirección de la pendiente, a los sumideros y a la continuidad del acabado.

Integración de la rampa con el resto del aparcamiento

El comportamiento de una rampa no depende solo de su geometría individual. Su integración con el resto del aparcamiento también es determinante. La transición entre la rampa y la superficie interior debe ser fluida, sin saltos ni cambios bruscos de nivel que generen vibraciones o golpes.
En proyectos de actualización de parkings se revisa esta unión con especial atención, ya que una rampa bien diseñada puede perder funcionalidad si la zona de llegada presenta materiales deteriorados, desniveles o un pavimento en mal estado. La armonía entre accesos, circulaciones y áreas de estacionamiento contribuye a mejorar la seguridad del conjunto y la experiencia del usuario.

En las superficies interiores y zonas de circulación trabajamos soluciones técnicas de suelos para parkings, adecuadas para distintos volúmenes de tráfico y condiciones de uso.

Renovaciones y adaptaciones en aparcamientos existentes

Muchos aparcamientos construidos hace años necesitan actualizaciones cuando cambia su uso, se incrementa el volumen de vehículos o se adapta la movilidad interior. En estos casos, se revisa la pendiente real de la rampa, la uniformidad del trazado, la calidad del drenaje y la transición hacia la zona interior.
Las intervenciones pueden incluir correcciones geométricas, mejoras en el acabado de la superficie o la modernización de las áreas interiores para que la rampa y el resto del aparcamiento funcionen como un único conjunto coherente. La prioridad es siempre mejorar la circulación, reforzar la seguridad y permitir una integración adecuada con las necesidades actuales del edificio.

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